martes, 8 de septiembre de 2009

Historias de la lluvia


Y suavemente me despierto de ese sueño, en el que caigo en cada anochecer. El viento mece dulcemente mi lecho, mientras abro los ojos y estiro lentamente las manos para tocar las estrellas. Y de repente, después de esa feliz sensación, vuelvo a oír tus palabras. Unas palabras sin voz, sin cuerpo, desconocidas… que se aferran a mi piel, que pretenden decirme que aún estás aquí. Pero no logro entender por qué. Es solo la esencia del vacío y de la nada; del deseo de tenerte otra vez a mi lado, en mis noches ebrias de errores e ilusiones, y descendiendo de las estrellas.
Cuando despierto con la luna, te veo aquí, sentado en el borde de mi cama, esperando de nuevo mi historia del amanecer. Ni yo aún la termino de entender. Pero vuelves para escucharme, para cogerme de la mano, y paralizar el tiempo cuando me sonríes; para dejar que mis palabras resuenen con el eco de tu paso cuando caminas y no las olvide. Veo el color de mis ojos en los tuyos, el bronce de mi piel, dibujada en la tuya; tu amor por la vida como mi deseo de que esta vez te quedes para siempre.
Pero no es verdad. Solo vienes a oir mis palabras, mi historia, mi lamento. No dices nada, solo me miras con tu rostro iluminado por las estrellas. La aurora me roba el frío, mi historia se repite siempre… hablo y solo escuchas, sonríes… y escuchas.
Una princesa, perdida en el tiempo, caminaba y caminaba sin cesar, sobre la tierra húmeda y bajo una tierna lluvia. Una princesa sin respuestas, triste y feliz, guiada por la pequeña luz de un faro, que nunca podía alcanzar. Su piel de plata resplandecía, como la flor de almendro y galán que poseía. Pero no sabía; no sabía que caminos tomar. Al llegar al final de la senda se encontraba siempre con tres caminos diferentes. Tres caminos con una respuesta, amor y felicidad. Pero no sabía cual tomar. Tristemente, se sentó sobre la tierra, y le comenzó a hablar.
- Hay un camino, un camino prohibido, y ese no lo puedo tomar. Ni su nombre si quiera puedo mencionar. Se desvía, y tiene un final triste, malo… es puro deseo, es pura pasión… un capricho y dolor. Solo hay clavos para mis pies descalzos… no lo puedo tomar.
Miró al cielo, sintió la dulce lluvia sobre sus labios y el olor a galán de noche sobre sus manos.
- Deseo el Camino del Sol desde que comencé mi largo Viaje… aunque a veces se interpone el Camino de las Montañas…
- ¿Pero qué camino es el que deseas coger, mi dulce princesa?
- Deseo al Sol con fuerza, me atrae, me quema… pero hace tiempo que se ocultó para mí. Aún así, atisbo sus pequeños haces de luz por el horizonte, cuando me libra de la oscuridad que me rodea.
La tierra húmeda suspiró, arrancado una nueva pregunta: ¿y el Camino de las Montañas?
- Es un camino con una luz clara que no ciega. Un camino que a veces he tomado y por el que he vuelto atrás. Un camino que pude haber seguido hace tiempo, y que no hice, para huir hacia las estrellas y alejarme del dolor, pues no conocía su final.
- ¿Y lo conoces ahora?
- No…
La tierra se removió, y de sus entrañas surgió un pequeño almendro lleno de flores rosadas cargadas de minúsculos cristales de rocío.
- ¿Y a qué esperas a encontrarlo?
- A que el Sol me deslumbre. Desgraciadamente, mi corazón se ha perdido en esa senda, y no lo voy a encontrar, hasta ver de nuevo un amanecer.
- Deseas al Sol siempre y necesitas verlo para encontrar tu respuesta….
- … y deseo el Camino de las Montañas pero solo cuando estoy ante ellas. Y nada más.
- ¿Y qué es lo que deseas pues, princesa?
Cerró los ojos, anegados en lágrimas que se confundían con las perladas gotas de lluvia.
- Deseo no equivocarme… deseo al Sol y a la Montaña, pero es más fuerte la luz que la oscuridad. Adoro que el Sol me abrase y la Montaña cure mi herida. Solo quiero un vestigio de la luz que me embaucó tiempo atrás… la elección de mi camino se encuentra en el tiempo.
La princesa recogió otra flor de almendro y la enterró bajo la tierra grisácea, entre el cruce de caminos. Con sus manos escribió un breve e imborrable epitafio:
‘Aquí yace mi corazón,
Esperando…
Dividido en dos’
Retrocedió y se sentó sobre una roca, escuchando las olas del mar, escuchando, escuchando…
Esta es una historia, que aún no tiene final. Y cada noche, cuando te sientas junto a mí, la vuelvo a contar. Y si hace falta por seguir viéndote, no le buscaré un acabar. Porque esta es mi condena; vivir en la noche, sin poder tocarte, sin que puedas hablarme, solo sonriendo y escuchando mis palabras morir una y otra vez.
Junto a ti por siempre, descendiendo de las estrellas, despertándome de mis sueños para hablar con la esencia de un amor que ya se fue. Por eso no recuerdo tu voz, por eso no me hablas.
Y de repente te desvaneces cuando anochece, y yo vuelvo a ser la muchacha que espera en la roca sentada, escuchando, escuchando…

2 comentarios:

  1. MARIUUU!!! Te echaba mucho de menos =) ME alegra ver que has vuelto y además por la puerta grande, espero qeu sigas por aquí mucho tiempo ^^
    Besos

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  2. que linda historia, usualmente cuando observo en un blog entradas muy extensas, paso de ellas y cierro la pagina, pero esta me cautivo, gracias.
    suerte, un abrazo^^

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